LA DIFÍCIL DECISIÓN DE SER MAESTRO... Elina Arroyo
Hablaba un día un padre con su hijo y decíale éste emocionado:
- Padre, llegado ha
el momento de decidir qué quiero ser en la vida; mucho he pensado al
respecto, pero es tanto el saber humano que mi decisión difícil se ha
vuelto.
El padre al fin, sabio por experiencia, cuestionó entonces a su vástago de la siguiente manera:
- ¿Qué tanto has pensado que te hace dudar?
- Mira padre
-respondió el hijo-, médico he pensado ser, para curar cuerpos o mentes y
cuando al fin he aceptado, cuenta me doy que mucha falta hace quien
ayude a impartir justicia al débil y desprotegido, entonces prefiero ser
abogado. Luego, siento la necesidad de aprender el secreto del arte de
la construcción; de sacar de la piedra bruta un hogar confortable para
mis semejantes, es cuando decido ser arquitecto o ingeniero; más es
tanto el desarrollo científico que prefiero ser investigador o químico o
matemático, o me decido por la contaduría o administración, por la
física, por el campo, por los animales, por el espacio exterior...
El padre atento,
esbozó una sonrisa y dijo con ese tono que tienen los padres cuando
amorosamente pueden aconsejar a sus hijos con la sapiencia que dan los
años vividos:
- Hijo: doctor,
abogado, arquitecto, ingeniero, contador, astrofísico... todo ello
puedes ser; y lo lograrás en la profesión que tú no has mencionado. Para
alcanzarlo deberás conocer y saber mucho; tu mente deberá convertirse
en un transporte de la cultura universal; aún así, deberás poner todo tu
empeño en el trabajo a realizar en tu campo de acción.
Serás un moldeador de
mentes; tú forjarás al médico, al astronauta, al campesino, al
constructor, al comerciante, al abogado, al músico; podrás con esta
profesión incubar en los corazones de los individuos los sentimientos de
amor, bondad, ilusión, tolerancia, libertad, igualdad y fraternidad.
Pero mucho cuidado hijo mío, en ésta no puedes cometer errores ya que
podrías crear deformidades que se volvieran en contra de sus propios
hermanos, por la generación de una ambición desmedida, tan sólo
satisfecha por la material sensación del poder. Tendrás por seguidores a
los llamados discípulos, ante ellos te presentarás como figura fiel y
como imagen del ejemplo mismo. Te volverás todas y cada una de las
profesiones existentes.
Con el tiempo verás tu reflejo en cada una de las figuras que tú formaste; entonces hijo, con toda tu entrega a esta fascinante y noble profesión, podrás con la mente en alto, otear el horizonte en donde mirarás tus obras, sintiendo en ese instante que has cumplido con los pensamientos que hoy enredan tus ideas y te darás cuenta que con tus palabras y actos has fertilizado las semillas que sembraste en tierra fértil y que se han convertido, o lo harán después, en grandes, fuertes y frondosos árboles que acudirán a darte sombra protectora cuando estés a punto de cumplir con el mandato de la Madre Tierra que exige a su descendencia regresar a ella.
Con el tiempo verás tu reflejo en cada una de las figuras que tú formaste; entonces hijo, con toda tu entrega a esta fascinante y noble profesión, podrás con la mente en alto, otear el horizonte en donde mirarás tus obras, sintiendo en ese instante que has cumplido con los pensamientos que hoy enredan tus ideas y te darás cuenta que con tus palabras y actos has fertilizado las semillas que sembraste en tierra fértil y que se han convertido, o lo harán después, en grandes, fuertes y frondosos árboles que acudirán a darte sombra protectora cuando estés a punto de cumplir con el mandato de la Madre Tierra que exige a su descendencia regresar a ella.
Sentirás que tu paso por esta vida no ha sido en vano.
Escucha
bien hijo mío, si aceptas esta responsabilidad tan grande sobre tus
hombros, decídete por la profesión que llevo con orgullo y que en estas
palabras venero tanto. Conviértete en Maestro, hijo mío, y sabrás
entonces cuánto has ganado.
El hijo comprendió
cuál camino debía seguir; y con el corazón latiendo fuertemente y
embargado de gran emoción, se acercó a su padre, Maestro de muchas
generaciones y secó las lágrimas de honor que de sus ojos habían
brotado. Le besó en la frente y decidió al fin en lo que se convertiría:
un Maestro que con su trabajo, rinda reconocimiento a la labor de los
grandes Maestros que hubiera tenido. Maestros que a él, lo hubieron
forjado.
Prof. Martín A. Alcocer González Mérida, Yuc., Méx.
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