Cuento del Elefante. ¿Cómo lo contarías vos? Observa las fotos de clase.
Un elefante ocupa
mucho espacio
-por Elsa Bornemann
Que un elefante ocupa mucho
espacio lo sabemos todos. Pero que Víctor, un elefante de circo, se decidió una
vez a pensar "en elefante", esto es, a tener una idea tan enorme como
su
cuerpo... ah... eso algunos no lo
saben, y por eso se los cuento:
Verano. Los domadores dormían en
sus carromatos, alineados a un costado de la gran carpa. Los animales velaban desconcertados.
No era para menos: cinco minutos antes el loro había volado de jaula en jaula
comunicándoles la inquietante noticia. El elefante había declarado huelga
general y proponía que ninguno actuara en la función del día siguiente.
- ¿Te has vuelto loco, Víctor? -
le preguntó el león, asomando el hocico por entre los barrotes de su jaula -
¿Cómo te atreves a ordenar algo semejante sin haberme consultado? ¡El rey de
los animales soy yo!
La risita del elefante se
desparramó como papel picado en la oscuridad de la noche:
- Ja. El rey de los animales es
el hombre, compañero. Y sobre todo aquí, tan lejos de nuestras selvas...
- ¿De qué te quejas, Víctor? -
interrumpió un osito, gritando desde su encierro - ¿No son acaso los hombres
los que nos dan techo y comida?
- Tú has nacido bajo la lona del
circo... - le contestó Víctor dulcemente - La esposa del criador te crió con
mamadera... Solamente conoces el país de los hombres y no puedes entender, aún,
la alegría de la libertad...
- ¿Se puede saber para qué
hacemos huelga? - gruñó la foca, coleteando nerviosa de aquí para allá.
- ¡Al fin una buena pregunta! -
exclamó Víctor, entusiasmado, y ahí nomás les explicó a sus compañeros que
ellos eran presos... que trabajaban para que el dueño del circo se llenara los
bolsillos de dinero... que eran obligados a ejecutar ridículas pruebas para divertir
a la gente... que se los forzaba a imitar a los hombres... que no debían
soportar más humillaciones y que patatín y que patatán. (Y que patatín fue el
consejo de hacer entender a los hombres que los animales querían volver a ser
libres... Y que patatán fue la orden de huelga general...)
- Bah... Pamplinas... - se burló el león - ¿Cómo piensas
comunicarte con los hombres?
¿Acaso alguno de nosotros habla su idioma? Sí - aseguró
Víctor - El loro será nuestro intérprete - y enroscando la trompa en los barrotes
de su jaula, los dobló sin dificultad y salió afuera.
Enseguida, abrió una
tras otra las jaulas de sus compañeros.
Al rato, todos retozaban en los carromatos. ¡Hasta el león!
Los primeros rayos de sol picaban como abejas zumbadoras
sobre las pieles de los animales cuando el dueño del circo se desperezó ante la
ventana de su casa rodante. El calor parecía cortar el aire en infinidad de
líneas anaranjadas... (los animales nunca supieron si fue por eso que el dueño
del circo pidió socorro y después se desmayó, apenas pisó el césped...)
De inmediato, los domadores aparecieron en su auxilio:
¡Los animales están sueltos! - gritaron a coro, antes de
correr en busca de sus látigos.
¡Pues ahora los usarán para espantarnos las moscas! - les
comunicó el loro no bien los domadores los rodearon, dispuestos a encerrarlos
nuevamente.
¡Ya no vamos a trabajar en el circo! ¡Huelga general,
decretada por nuestro delegado,
el elefante!
¿Qué disparate es este? ¡A las jaulas!
Y los látigos silbadores ondularon amenazadoramente.
- ¡Ustedes a las jaulas! - gruñeron los orangutanes. Y allí
mismo se lanzaron sobre ellos y los encerraron. Pataleando furioso, el dueño
del circo fue el que más resistencia opuso. Por fin, también él miraba correr
el tiempo detrás de los barrotes.
La gente que esa tarde se aglomeró delante de las
boleterías, las encontró cerradas
por grandes carteles que anunciaban: CIRCO TOMADO POR LOS
TRABAJADORES.
HUELGA GENERAL DE ANIMALES. Entretanto, Víctor y sus
compañeros trataban de adiestrar a los hombres:
- ¡Caminen en cuatro patas y luego salten a través de estos
aros de fuego! ¡Mantengan
el equilibrio apoyados sobre sus cabezas!
¡No usen las manos para comer! ¡Rebuznen! ¡Maúllen! ¡Ladren!
¡Rujan!
¡BASTA, POR FAVOR, BASTA! - gimió el dueño del circo al
concluir su vuelta número
doscientos alrededor de la carpa, caminando sobre las mano -
¡Nos damos por
vencidos! ¿Qué quieren?
El loro carraspeó, tosió, tomó unos sorbitos de agua y
pronunció entonces el discurso
que le había enseñado el elefante:
..Con que esto no, y eso tampoco, y aquello nunca más, y no
es justo, y que patatín y
que patatán... porque... o nos envían de regreso a nuestras
selvas... o inauguramos el
primer circo de hombres animalizados, para diversión de
todos los gatos y perros del
vecindario. He dicho.
Las cámaras de televisión transmitieron un espectáculo
insólito aquel fin de semana: en
el aeropuerto, cada uno portando su correspondiente pasaje
en los dientes (o sujeto en
el pico en el caso del loro), todos los animales se ubicaron
en orden frente a la puerta
de embarque con destino al África.
Claro que el dueño del circo tuvo que contratar dos aviones:
en uno viajaron los tigres,
el león, los orangutanes, la foca, el osito y el loro. El
otro fue totalmente utilizado por
Víctor... porque todos sabemos que un elefante ocupa mucho,
mucho espacio...
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