30 años de la democracia ... Luisiana Fernández

Alfonsín inauguró la etapa de democracia sin golpes militares

El 30 de octubre de 1983, el dirigente radical se impuso en las urnas antBUENOS AIRES.- La frase de cierre de campaña de Raúl Alfonsín rebotó por todo el país: "Con la democracia se come, se educa y se cura". El radical había recorrido innumerables actos recitando el preámbulo de la Constitución Nacional, todo un símbolo del regreso a la democracia, tras siete años de la dictadura más sangrienta de la historia argentina. El 30 de octubre de 1983, se impuso en las elecciones presidenciales con el 51,75% de los votos sobre el justicialista Italo Luder, que obtuvo el 40,16. 

El discurso de cierre de campaña del entonces candidato aún se estudia como una pieza valiosa de oratoria, que resume los problemas que luego enfrentó el gobierno radical, y la intención de gobernar con el apoyo de la oposición. 

Con las elecciones de 1983 se cerraba no sólo la etapa de la dictadura cívico-militar más cruenta de la historia argentina, sino el largo ciclo de golpes de Estado que comenzó en 1930 con el derrocamiento de Hipólito Yrigoyen. 

Fue el triunfo de la institucionalidad democrática, que inauguró una etapa inédita en la política del país: la continuidad de los gobiernos elegidos por el voto popular –excepto el de Eduardo Duhalde elegido por la Asamblea Legislativa- sin las interrupciones impuestas por las dictaduras militares. 

La democracia fue el resultado de un largo proceso de resistencia al terrorismo de Estado, que adquirió variadas formas en lo político, en lo social y en la lucha por los derechos humanos que erosionaron a la dictadura hasta el ocaso definitivo que le provocó la derrota en la guerra de las Malvinas. 

Alfonsín sintetizó el anhelo democrático de las mayorías y cumplió con el juzgamiento a los miembros de la Junta Militar, pero no pudo avanzar en desarticular el modelo neoliberal implantado por la dictadura y soportó el asedio de los grandes grupos económicos y, en el límite, declaró la “economía de guerra”. Al mismo tiempo las sublevaciones de los militares carapintadas que lo empujaron a imponer las Leyes de Obediencia Debida y Punto Final, provocando un retroceso en materia de derechos humanos. 

Los sucesivos paros generales de la CGT también demostraron que la situación de los trabajadores formaba parte de las tareas de una democracia inconclusa. 

En ese proceso, un hecho oscuro y no resuelto fue el copamiento del regimiento de La Tablada por un grupo armado que respondía al Movimiento Todos por la Patria cuya justificación fue que se estaba gestando un golpe de Estado. 

Sobre el final del gobierno de Alfonsín la hiperinflación, la ruptura de la cadena de pagos y los saqueos a los supermercados provocaron una crisis de tal magnitud que el entonces ministro de Economía, Juan Carlos Pugliese, apuntó a los grandes grupos empresarios con una frase antológica: “Les ofrecí el corazón y me contestaron con el bolsillo”. 

La crisis obligó a Alfonsín a adelantar el traspaso del mando presidencial y el justicialista Carlos Menem, triunfante en las elecciones, se hizo cargo del Poder Ejecutivo. Se abrió así una etapa política y social caracterizada por las privatizaciones de empresas del Estado, el cierre de fuentes de trabajo y el crecimiento exponencial de la pobreza y de la deuda externa. Además, Menem profundizó el retroceso en materia de derechos humanos, al decretar el indulto a los jefes de la dictadura militar con el argumento de que había que “cerrar heridas del pasado”. (Télam)

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