Francisco y el hada, El caracol y el rosal
Hermosos Cuentos para niños
Francisco y el hada
Un día Francisco se perdió en el bosque por no hacerle caso a su padre, quien le había prohibido salir de la casa, pues en el bosque vivían seres mágicos y astutos que no único que buscaban era aprovecharse de la ingenuidad y la nobleza de muchas personas que transitaban por el lugar.
En este cuento para niños, se narra que se encontró Francisco con un hada, la cual era buena pero que odiaba las mentiras.
Francisco mintió diciendo que era el príncipe del pueblo que si lo ayudaba, elle podría vivir entre los hombres sin ser dañada o temida por ellos.
El hada aceptó ayudarlo, pero cuando llegó al pueblo, Francisco no era príncipe alguno y lo que es peor capturó al hada para venderla al circo.
Enfadada el hada prometió venganza y convirtió a Francisco en un asno, mientras que ella logró liberarse de la jaula y entonces salió ilesa del sitio.
Sin embargo el hada se dio cuenta que no le había quitado la voz a Francisco cuando lo convirtió en burro, por lo que éste podía hablar, entonces hizo un trato con él.
Ella le devolvería su forma humana, pero a cambio él tendría que ser bueno, honesto y nunca más mentirle a nadie, si el faltaba a su palabra, ella volvería por él para llevárselo y nunca jamás volver a ver a su familia.
Francisco cumplió al pie de la letra el trato con el hada, sin embargo un día vio que la hija del rey estaba en amoríos con el hijo del herrero y por envidia fue de chismoso inventando un montón de infamias en contra de la pareja
Por lo que el hada apareció y lo convirtió en asno a Francisco para siempre.
El caracol y el rosal
En un día soleado sobre una verde pradera, llena de variedad de animales y variada vegetación, crecía y floreaba un hermoso rosal y bajo de ella vivía un caracol que poco salía de su caparazón.
El rosal no entendía la vida y a quien servía este caracol, pues vino el caracol y exclamó: ¡Paciencia!, ya llegará mi hora. Yo puedo hacer más que ofrecer rosas al mundo o dar leche como la vaca.
El rosal dijo: esperamos algo de ti. ¿Podrás enseñarnos algún día lo que eres capaz de ofrecer o algo que sepas hacer?
Dijo el caracol: Ustedes viven en el apuro, yo me doy mi tiempo. No, así no se preparan sorpresas.
Pasado el año, el rosal se esmeraba por brotar las más bellas rosas, siempre frescas y su perfume acompañaba al viento. El caracol aún bajo el rosal solo salía para tomar baños de sol, estirar su cuerpo y escupir la tierra.
Exclama el caracol, todo sigue igual, tú brotando capullos y floreciendo rosas. No se advierte el más insignificante progreso.
Pasaron dos estaciones y el rosal seguía su rutina de florecer, embellecer la pradera y ofrecer sus rosas. Pero llego el invierno y el rosal se inclino a la tierra y el caracol se escondió bajo la tierra.
Al haberse ido el frio invierno, el rosal despertó y el caracol salió a estirar sus cuernitos.
Mírate rosal, ya estas viejo, dijo el caracol. Pronto morirás, ya has dado al mundo todo cuanto tenía dentro de ti. Si tuvo algún valor, no lo sé, pero si sé que no hiciste nada para tu propio desarrollo interno. Prosiguió el caracol.
En ese caso tendrías frutos mejores que ofrecernos. ¿Entiendes lo que trato de decirte? Pregunta el caracol.
Me asustas, dijo el rosal. Nunca he pensado en ello.
Siguió el rosal, lo que sé es que florecía porque no podía evitarlo, disfrutaba del sol, del limpio aire, bebía del rocío y de la lluvia generosa. Me sentía vivo, la tierra me daba su fuerza para crecer. Tal era mi vida, no podía hacer otra cosa.
En cambio tú, que ofreces tu al mundo, dijo el rosal.
Dijo el caracol: el mundo no existe para mí. ¿Por qué tengo que servirle al mundo?, bastante con que me atienda a mí mismo.
¿Darle yo al mundo? Yo lo escupo. Y siguió el caracol. Sigue cultivando tus rosas, es para lo único que sirves.
Deja que los frutales produzcan sus frutos, que las vacas den su leche; cada quien tiene su público, yo tengo el mío, yo mismo.
¿Iniciamos otra vez nuestra historia desde el principio? No vale la pena; siempre sería la misma.
Mensaje
Hay quienes se preocupan por dar a los demás sin preocuparse por sí mismos. Debemos dar sin esperar recibir, pero mi recompensa será cuanto trabaje para superarme y dar más de mí.
Finalmente, debemos creer en nosotros mismos para explotar nuestros talentos, mostrarlos al mundo, no para opacar a otros sino para demostrar que si podemos.
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