El ave nacional: El Hornero o Caserito ... Sofía Bigón

El ave nacional: El Hornero o Caserito 
Es el ave nacional de la República Argentina. No se trata precisamente de un ave vistosa, como los pájaros que representan a la mayoría de los países .Pero tiene a cambio una gran cualidad: es un trabajador nato sabio previsor de los embates del tiempo. El hornero - o "casero" - es un verdadero artesano del barro, con el que llega a moldear una construcción tan sólida y formidable como posiblemente no exista en todo el reino de las aves. Es un ave de figura rechoncha, con patas angostas y largas, resistentes para caminar, ya que las caminatas son su fuerte. El pico es relativamente largo, angosto y punzante, levemente curvado. Es el cincel del artesano, sin embargo no parece un pico especial por su forma, diríamos, común. En realidad cada cosa que veamos de su aspecto físico tiene poco de especial, y es mas bien modesta. 

El color es el del barro con el que asocia gran parte de su vida. No existe diferencia visible entre el macho y la hembra. Ambos trabajan a la par. Son un ejemplo de colaboración mutua. Por suerte un ave con estas nobles características y oriunda de nuestra tierra ha encontrado su lugar en parques y jardines de ciudades, para mostrar sus aptitudes a todos los ciudadanos que, en forma simbólica, le ha tocado representar. 
El andar del "caserito" (Furnarius rufus, porque por modesto no deja de tener nombre científico) es típico: siempre al paso, balanceando rítmicamente la cabeza de adelante hacia atrás. Esto lo diferencia del zorzal que anda cerca pero a los saltos, y de la calandria que gusta emplear cortas carreritas para moverse. El hornero es muy confiado y en la busca de barro para amasar o de insectos y gusanos para alimentarse, suele arrimarse a las casas y aun a las personas que permanecen quietas.(Esto de ser confiado más de una vez le cuesta la vida, pues lo hace muy fácil de matar, encontrándose en peligro de extinguirse por esta causa) prefiere buscar alimento en las primeras horas de la mañana y luego de la media tarde. En especial después de las lluvias, pues los bichitos que viven bajo tierra salen a la superficie y el hornero aprovecha esta circunstancia para capturarlos. 

Los horneros se mantienen en un mismo sitio a lo largo del año. Nunca demasiado lejos del lugar donde levantarán su casa, una especie de globo con una entrada ajustada a su propio cuerpo (para evitar visitas desagradables) y una cámara central donde se ubica el nido propiamente dicho. En primavera comienzan los preparativos para la crianza. La pareja se reconoce mutuamente con un despliegue en el que se enfrentan con las alas entreabiertas, vocalizando a dúo con el pico en dirección al cielo. La hembra pone de tres a cinco huevos que en 15 días mas se rompen para liberar a los pichones. 

Tampoco es raro que tenga que enfrentar a otros pájaros que simpatizan con la sólida estructura de barro y pretendan usurparla. Entre estos últimos golondrinas, gorriones y jilgueros. Luego de la primera tanda de pichones, habrá otra antes de terminar la misma temporada. Si el nido está localizado en una posición muy favorable, sus dueños pueden volver a construir encima o al lado el año siguiente. En los montes del Chaco existe una segunda especie de hornero, de menor tamaño y con un copete al estilo de los cardenales. Se lo conoce como "hornero crestudo"; ambos tienen costumbres similares. 
Es muy conocida entre la gente de campo la orientación que le día el hornero a su "casita de barro" dando la espalda a los puntos desde donde provienen las tormentas y vientos fuertes , los Gauchos según cuentan miraban la orientación del nido de hornero para darle la misma dirección a la puerta de su vivienda y así evitar daños en la misma 

Cuenta una leyenda popular que... 
Un joven indio guaraní, bravo cazador que habitaba en el bosque y estaba enamorado de una bella india de dulcísima y melodiosa voz. 
La bella muchacha era la hija del cacique, y la tribu a la que pertenecía, exigía que el que la pretendiera debería superar una serie de actos de arrojo fijados de antemano y que demandaban virilidad y valentía. 
Dichos actos consistían en vencer en dos carreras, una pedestre y otra de natación; luego, tendría que permanecer inmóvil, durante nueve días, dentro de un cuero cosido, alimentado solamente con líquidos. 
El valeroso indio venció a todos los aspirantes y cumplió la segunda parte de la prueba. Pero, cuando fueron a liberarlo, después de los nueve días establecidos, sólo encontraron una pequeña ave de plumaje color ladrillo: el casero. 
El pájaro levantó vuelo, se posó en un curupí y entonó su primer trino alborozado. 
La hija del cacique, respondiendo al llamado del compañero, se transformó también en ave y voló hacia él para formar la yunta inseparable de caseros. Desde entonces elevan trinos en acción de gracias mirando al cielo. 

Comentarios