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Los primeros habitantes |
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Entre
los pueblos indígenas que habitaban territorio tucumano, antes de la
llegada de los conquistadores españoles, se destacaban los diaguitas
calchaquíes, fuertemente influidos por la cultura inca. Asentados en
toda el área montañosa del oeste tucumano, eran hábiles tejedores y
alfareros. Cultivaban el maíz, el zapallo y la quina en un sistema de
andenes y terrazas dotados de irrigación. Criaban guanacos, llamas y
vicuñas, que les brindaban carne, leche y lana. Practicaban una
rudimentaria minería, y estaban bien organizados al mando de un cacique.
Esencialmente pacíficos, eran buenos guerreros cuando la situación lo
requería. Más hacia el este de la actual provincia de Tucumán vivían los
lules y vilelas, pueblos cazadores y recolectores, menos evolucionados. |
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La conquista |
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El
primer español que recorrió territorio tucumano fue Diego de Almagro,
conquistador del Perú, quien en 1535 recorrió Chile, la quebrada de
Humahuaca y llegó a los Valles Calchaquíes. Ocho años más tarde, Diego
de Rojas avanzó por las fértiles llanuras orientales, buscando un nexo
entre Lima y el Plata, pero una flecha envenenada terminó con su vida.
La primera población de este territorio, El Barco, fue
fundada en 1550 por Juan Núñez de Prado, proveniente del Perú. Se
construyó un fuerte y el Cabildo, pero luego el poblado fue trasladado
dos veces, para establecerse definitivamente a orillas del Dulce, en
1553, con el nombre de Santiago del Estero.
El sitio
exacto de la primera fundación es aún discutida. En 1564 fue creada la
vasta provincia de “Tucumán, Juríes y Diaguitas”, siendo Santiago del
Estero su primera población estable, y Francisco de Aguirre su primer
gobernador. A fin de contener los ataques de los diaguitas, Aguirre
confió a su sobrino, Diego de Villarroel, la fundación de un nuevo
asentamiento en un sitio llamado Ibatín por los nativos. Así nació San
Miguel de Tucumán, el 31 de mayo de 1565, bajo la invocación del
arcángel San Miguel. La ciudad se encontraba frente a la principal
salida de los cordones montañosos del Aconquija, y aseguraba la
protección de los caminos que avanzaban por los llanos. Villarroel, ante
la fertilidad del suelo, la bondad del clima y la aparente mansedumbre
de los indígenas, señaló en el acta de fundación que la nueva ciudad se
levantaba sobre “una nueva tierra de promisión”.
Al decir del fraile
Antonio Vázquez de Espinosa (año 1600), la ciudad, de 250 vecinos
españoles, tenía un clima cálido y húmedo. Mencionaba unas reducciones
de indios muy industriosos, la cría de ganado, y la abundancia de
maderas finas y ganado silvestre. Pero un levantamiento indígena, en
1630, acabó con la paz, ocasionó las llamadas Guerras Calchaquíes y
provocó la casi aniquilación de esta etnia.
La
belicosidad indígena, unida a la aparente mala calidad del agua de
consumo, causó que el 27 de setiembre de 1685, por autorización de
cédula real, el gobernador Fernando de Mendoza y Mate de Luna ordenase
que la ciudad fuese refundada en su actual emplazamiento por el teniente
gobernador Miguel de Sala y Valdéz. Por entonces, la gobernación de
Tucumán ya abarcaba unos 700.000 km2, e incluía ciudades como Jujuy,
Salta, Catamarca, La Rioja, Santiago del Estero y Córdoba. En 1776
Tucumán pasó a formar parte del recién creado Virreynato del Río de la
Plata, y siete años más tarde se integró a la provincia-intendencia de
Salta. |
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