El puente que hizo ir a todos a la escuela
Se construyó hace un año sobre un arroyo de Misiones. Y logró bajar el ausentismo. Antes los chicos llegaban a clase nadando.
A clase, bien sequitos. Ahora los chicos de esta aldea de Misiones cruzan el arroyo por arriba. Hasta hace un año lo hacían con el cuerpo en el agua. Foto: Blas MartínezEn este pueblito perdido de Misiones el arroyo ya no decidecuándo se estudia y cuándo no. Sus aguas rugen como siempre en su alocado camino hacia el río Uruguay, pero dejó de meter miedo en los alumnos de la aldea. Ahora nadie le teme a ese tajo de agua oscura que se mete entre el verde de la selva con su torrentoso cauce de más de 25 metros de ancho y un metro de profundidad.
Hasta hace un año los chicos debían cruzarlo a nado para llegar a la escuela. Y un puente construido en tiempo récord por el mismo Estado que miró para otro lado durante un lustro, alcanzó para sepultar los miedos y llevar tranquilidad a padres, docentes y alumnos.
Una aventura. Hace un año los chicos iban así a la escuela. La foto fue tapa de Clarín y en 40 días se construyó el puente que les cambió la vida. Foto: Blas Martínez
En la Escuela Intercultural Bilingüe 905, en medio de plantaciones de tabaco, maíz y mandioca, el director Diego Carballo reconoce que el puente marcó un antes y después en la educación de los mbyá, en Chafariz. Dice que este año la asistencia de los chicos de la aldea aumentó un 40% y el rendimiento escolar mejoró mucho.
Pasarela metálica de 52 metros. Un reclamo que llevó 5 años. Y llegó en diciembre pasado.
Entusiasmado, cuenta que el ausentismo atrasaba a todo el grupo y que eso se notaba mucho más en invierno cuando arreciaban las gripes provocadas por las diarias mojaduras. Es que llegar a la escuela era una verdadera odisea. O una aventura, como lo llamaban los chicos.
Todos los días, sin importar la temperatura, unos 45 alumnos se quitaban los calzados a orillas del arroyo y se colocaban las mochilas sobre la cabeza para atravesarlo de punta a punta. Los más grandes ayudaban a los más chicos para que no se ahoguen. Y todo por la falta de un puente. Pero eso ya es historia.
Integración. Los mbyá comparten aulas y juegos con los hijos de los gringos.
El cacique Vicente Méndez recibe ahora a Clarín con una sonrisa. Y una buena noticia: con el puente los chicos se enferman menos. Es que antes llegaban a la escuela empapados.
Méndez había peregrinado sin éxito durante más de 5 años por los despachos oficiales para conseguir la construcción del puente que tanto necesitaban. Pero recién cuando la historia de los estudiantes llegó a la tapa de Clarín y se viralizó en la televisión, el Gobierno anunció el inicio de la obra. Y la vida empezó a ser un poco menos dura en esta colonia enclavada en una zona de serranías, entre las ciudades de San Vicente y El Soberbio, en la frontera con Brasil. Un verdadero paraíso pero lejos, demasiado lejos de todo.
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“Me decían ‘armá una nota para Asuntos Guaraníes’, después me mandaban a otra oficina y después a mi casa sin solucionar los problemas”, recuerda Méndez, que puede dar cátedra de la burocracia estatal. Su metro sesenta esconde una personalidad fuerte, decidida. Pero cuando habla de las necesidades de su pueblo, un rictus amargo se dibuja en su rostro y el dolor aflora.
Caudaloso. El arroyo, en el medio de la selva misionera, fue durante años el principal problema para llegar a la escuela.
El año pasado, apenas unos meses después de asumir como cacique, le dijo al director de la Escuela que iban a salir a la ruta para que el problema que enfrentaban los chicos trascendiera los despachos oficiales. Y no se equivocó.
Las imágenes de los estudiantes vadeando el torrentoso arroyo conmovió a todos. En menos de 24 horas, ingenieros de Vialidad Provincial desembarcaron en la aldea y 40 días después el puente quedó inaugurado con corte de cintas y decenas de funcionarios que llegaron en sus camionetas 4x4 para sacarse la foto.
La foto que conmovió a todos. Alumnos, rumbo a la escuela 905 de Chafariz, hace un año.
Antes, los Bomberos Voluntarios de Chaco habían enviado una canoa. Otros acercaron alimentos y útiles a la escuela. Paliativos.
“Nunca habíamos salido a la ruta a reclamar, pero nos animamos...y tenemos nuestro puente”, dice Méndez, orgulloso. Un puente que "conseguimos entre todos", destaca.
Jueves al mediodía. Un nubarrón se dibuja en el horizonte y amenaza descargar su furia en pocos minutos. Los mbyá salen de la escuela y emprenden el regreso por el serpenteante camino. Hay risas y bromas en su ancestral lenguaje. Casi media hora después, el puente se recorta a lo lejos. “Ahora es más fácil ir a la escuela” cuenta, tímido, uno de los chicos.
“En invierno nos costaba mucho sacarnos la ropa y meternos en el agua porque estaba muy fría”, agrega otro. Ya no hay miedo y el retorno a las casas es puro juego y diversión. Los mbyá trasponen el puente y aceleran el paso bajo el implacable sol de noviembre.
En clase. Los mbyá manejan su lengua, el castellano y el "portuñol", que es el más utilizado en la zona.
Todos los días en la escuela los esperan con el desayuno, otro incentivo más para no faltar. “Recibimos fondos para el almuerzo, pero hay manos solidarias que aportan lo necesario para el desayuno y la merienda”, cuenta el director en su despacho de tablas cortadas a motosierra.
La 905 es pura integración. Los mbyá comparten aulas y juegos con los hijos de los gringos. Postales de una Misiones única.
Los maestros cuentan que el cacique Méndez y otro paisano de Chafariz ofician de maestros auxiliares. Bajan las consignas escolares al idioma de sus ancestros.
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Carballo aporta un dato. “Los mbyá manejan su lengua, el castellano y también el portuñol, que es el más utilizado en la zona”. Es que del otro lado del río, por pocos pesos, se consigue una antena parabólica que permite sintonizar quince canales brasileños sin ningún costo adicional. La señal de la televisión argentina tiene ausente en la zona. Por eso la escuela juega acá un rol fundamental en la formación de los chicos, que por suerte ya no faltan a clase y caminan elevados sobre las aguas.
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