El folclore y su enseñanza en las escuelas
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Es una de las expresiones más nobles de la cultura. Está relacionado íntimamente con la identidad de un pueblo. Abraza su música, la danza, las artesanías, los mitos, las comidas, las supersticiones, la medicina popular, los chistes, los refranes. El folklore (palabra inglesa compuesta: folk significa pueblo, y lore, acervo o saber) integra el patrimonio colectivo y espiritual de una comunidad. En estos tiempos de globalización, este se ha fortalecido en muchos casos o corre el riesgo de ser absorbido por expresiones culturales foráneas.
El 29 de mayo se celebró el Día Nacional del Folclorista. La fecha fue instituida en 2011 por la Ley Nº 26.665, en memoria del nacimiento de don Andrés Chazarreta (1876-1960), patriarca del Folclore.
Con cierta frecuencia suele escucharse que los argentinos venimos perdiendo paulatinamente el sentido de argentinidad tan vinculado con el folclore. Aunque hay provincias que conservan el apego a las tradiciones y reconocen a sus exponentes difundiéndolos, como sucede con Santiago del Estero, Salta o Corrientes, por dar algunos ejemplos, que se han proyectado a nivel nacional, principalmente a través de su música. La chacarera, la zamba, el chamamé forman una parte importante del repertorio de las nuevas generaciones de intérpretes. Lo paradójico es que en algunos casos, poco se conoce de la vasta producción de los creadores del terruño propio, como sucede en Tucumán. Ello se debe tal vez a la escasa difusión que tienen los creadores locales, salvo pocas excepciones, en nuestra misma provincia.
En la enseñanza y promoción de nuestras expresiones nativas, el Estado tiene un papel fundamental. A fines de la década de 1930, el destacado pensador tucumano Alberto Rougés escribió: “para que la educación pública no siga fracasando en materia de formación cultural es necesario que se comprenda que el objetivo esencial de esta debe ser formar, en la medida de lo posible, creadores de cultura y un público para estos, capaz de apreciar la creación, de amarla y, por ahí, de incorporarla a la vida espiritual de un pueblo... ese fondo emocional y valorativo es parte esencial de la personalidad de un pueblo, hace del pasado, presente y futuro de este, un todo espiritual. En él nace el niño a la vida consciente, arrullado por canciones de cuna. El arte tradicional, gran pedagogo, le enseña luego rimas infantiles, cuentos, adivinanzas, villancicos, romancillos, el canto jubiloso, vivificante del espíritu, que el niño entona en sus juegos espontáneos, y que no se deja entrar a la escuela, para reemplazarlo por otro, extraño a la sensibilidad del alumno, que este no canta sino en clase”.
La Academia Nacional de Folklore de la República Argentina elevó hace tres años al Congreso un proyecto para la enseñanza del folclore en las escuelas, como una manera de reforzar el sentimiento de comunidad, como espacio de cohesión, de reproducción de valores y de pertenencia. La iniciativa no fue considerada.
Sería importante que en Tucumán se enseñara el folclore desde la temprana niñez, que cada escuela tuviese un ballet de danzas, conjuntos, que hubiera intercambios interescolares, no solo artísticos, sino también gastronómicos, que estimularan el amor por nuestras cosas. Ello nos permitiría conocernos mejor y estar orgullosos de las tradiciones, de la cultura, de lo que somos. No se puede querer lo que no se conoce.
El 29 de mayo se celebró el Día Nacional del Folclorista. La fecha fue instituida en 2011 por la Ley Nº 26.665, en memoria del nacimiento de don Andrés Chazarreta (1876-1960), patriarca del Folclore.
Con cierta frecuencia suele escucharse que los argentinos venimos perdiendo paulatinamente el sentido de argentinidad tan vinculado con el folclore. Aunque hay provincias que conservan el apego a las tradiciones y reconocen a sus exponentes difundiéndolos, como sucede con Santiago del Estero, Salta o Corrientes, por dar algunos ejemplos, que se han proyectado a nivel nacional, principalmente a través de su música. La chacarera, la zamba, el chamamé forman una parte importante del repertorio de las nuevas generaciones de intérpretes. Lo paradójico es que en algunos casos, poco se conoce de la vasta producción de los creadores del terruño propio, como sucede en Tucumán. Ello se debe tal vez a la escasa difusión que tienen los creadores locales, salvo pocas excepciones, en nuestra misma provincia.
En la enseñanza y promoción de nuestras expresiones nativas, el Estado tiene un papel fundamental. A fines de la década de 1930, el destacado pensador tucumano Alberto Rougés escribió: “para que la educación pública no siga fracasando en materia de formación cultural es necesario que se comprenda que el objetivo esencial de esta debe ser formar, en la medida de lo posible, creadores de cultura y un público para estos, capaz de apreciar la creación, de amarla y, por ahí, de incorporarla a la vida espiritual de un pueblo... ese fondo emocional y valorativo es parte esencial de la personalidad de un pueblo, hace del pasado, presente y futuro de este, un todo espiritual. En él nace el niño a la vida consciente, arrullado por canciones de cuna. El arte tradicional, gran pedagogo, le enseña luego rimas infantiles, cuentos, adivinanzas, villancicos, romancillos, el canto jubiloso, vivificante del espíritu, que el niño entona en sus juegos espontáneos, y que no se deja entrar a la escuela, para reemplazarlo por otro, extraño a la sensibilidad del alumno, que este no canta sino en clase”.
La Academia Nacional de Folklore de la República Argentina elevó hace tres años al Congreso un proyecto para la enseñanza del folclore en las escuelas, como una manera de reforzar el sentimiento de comunidad, como espacio de cohesión, de reproducción de valores y de pertenencia. La iniciativa no fue considerada.
Sería importante que en Tucumán se enseñara el folclore desde la temprana niñez, que cada escuela tuviese un ballet de danzas, conjuntos, que hubiera intercambios interescolares, no solo artísticos, sino también gastronómicos, que estimularan el amor por nuestras cosas. Ello nos permitiría conocernos mejor y estar orgullosos de las tradiciones, de la cultura, de lo que somos. No se puede querer lo que no se conoce.
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