FINANZAS FAMILIARES | EL DINERO Y LA NIÑEZ Inculcar el ahorro en los niños
En una economía de consumo, los padres afrontan el desafío de enseñarles a sus hijos el valor de la moneda, pero sobre la base de principios humanos como la solidaridad y el esfuerzo. Una especialista asegura que la educación financiera forma parte de las enseñanzas integrales que un menor debe conocer, para tomar mejores decisiones en el transcurso de su vida.
Antes de que Nicolás, de 8 años, suba al transporte escolar, su madre, Celina Ibarra, le da $ 50. Con ese dinero, el niño comprará algo para comer durante la siesta, ya que va al colegio de 14 a 18. “Desde que empezó la primaria, trato de enseñarle a Nicolás que debe administrar la plata. Por supuesto que, si tiene hambre, sabe que puede comprar algo en el kiosco. Pero la idea de que el maneje plata es que, de a poco, aprenda a ahorrar, aunque sea en pequeñas cantidades”, comenta la madre.
Hablar de dinero con los niños es fundamental. Las enseñanzas sobre este asunto deben impartirse de modo gradual, ya que perduran para toda su vida. El manejo del dinero debe formar parte de las decisiones de una familia, aunque bajo el control de los adultos. Todos los integrantes, incluso los más pequeños, deben ser conscientes del valor del dinero, y de la importancia que tiene como un medio para mejorar la calidad de vida.
La economista, Jessica Lucas, experta en finanzas personales, explica que el manejo del dinero debe enseñarse desde un punto de vista objetivo, y a partir de valores humanos. “La educación financiera forma parte de un aprendizaje integral, con valores y enseñanzas, para formar personas con criterios claros y con decisiones acertadas. El dinero debe representar un medio y no un fin en sí mismo”, señala.
El recomendable que el manejo del dinero no genere culpa en los menores, ni que se utilice para compensar la falta de tiempo o de atención. “Esto forma una visión sesgada, negativa, de escasez y de que la ausencia del adulto puede reemplazarse con bienes materiales. Por lo tanto, el niño puede asociar el dinero con una cierta carga afectiva y compensatoria”, observa Lucas.
Conductas de consumo
Celina, la madre de Nicolás, afirma que su hijo, como la mayoría de los menores de su edad, todo el tiempo pide que le compren cosas. “Es una etapa difícil en este sentido, porque recibe mucha información de la televisión, que despierta la necesidad de tener juguetes o aparatos de tecnología, por ejemplo. Mi desafío como madre es controlar eso, para que evitar que se vuelve egoísta e interesado”, reconoce la mujer.
Mas allá de los recaudos necesarios a la hora de enseñar a administrar dinero, los adultos deben revisar sus criterios relacionados con el consumo familiar. “Esto se refiere a que desde pequeños debemos aprender a dominar nuestros deseos de consumir, lo cual tiene que ver con la satisfacción obtenida de los bienes”, remarca Lucas.
Y aquí cobre importancia el concepto del ahorro. “Esta idea puede formarse si las personas trasmiten que si decido no gastar el dinero hoy, mañana obtendré una retribución mayor. Evidentemente, estas restricciones deben ser saludables, es decir no prohibitivas, ya que las necesidades básicas y ciertas retribuciones acordes a nuestros ingresos, forman parte de una vida más placentera”, agrega la especialista.
Cuando la relación con el dinero es mediante regalos, no se logra formar una idea de lo que cuesta comprarlos. Entonces, el exceso de bienes materiales, sin ninguna retribución de parte del pequeño, trae aparejado una idea de abundancia que desarrolla una comodidad desmedida, dado que sin ningún esfuerzo, igual obtiene una buena calidad de vida. “La situación de no tener que elegir porque tiene todo lo que quiere, no hace creativos a
los niños. Por lo tanto, las fortalezas necesarias para un mundo muy competitivo no se desarrollan si no hay situaciones que nos exijan resolver realidades conflictivas”, recalca la economista.
El kiosco del colegio
En el inicio de la semana escolar, Nicolás lleva al colegio $ 50. Celina, su madre, le enseñó que, en la medida de lo posible, cuide ese dinero. Así, durante la semana podrá ahorrar un poco. “Al principio se gastaba todo en un día, porque le seguía el ritmo a los compañeritos. Ahora gasta la mitad, y a veces menos. De a poco, cada día, está empezando a ahorrar”, comentó la madre.
Lo ideal es que la cantidad de dinero que un niño lleve al colegio sea acorde con la realidad financiera de la familia y con las necesidades reales del menor. Sin embargo, Lucas propone que lo recomendable es no asignarle una suma elevada. Tiene que ser (una cantidad de dinero) coherente con las necesidades propias de la edad, aunque no tan excesivas para evitar que el menor crezca sin ninguna resistencia al consumo, conducta propia de un contexto de abundancia”, sugiere la experta.
“Es recomendable que los adultos enseñen a los niños que pueden armar una lista de deseos que podrán ser alcanzados sólo por medio del ahorro y de la inversión personal como base de su conducta financiera. Estas personas, en el futuro tomarán mejores decisiones,”, agrega.
Sobre este punto, Lucas considera que no hay un plan exacto para todos los casos, porque no todas las familias tienen las mismas experiencias. No obstante, afirma que en todos los niveles sociales y económicos, los niños deben ser conscientes de que sus padres tienen ingresos monetarios limitados y de que los destinos son múltiples. “Por lo tanto, las necesidades se deben priorizar. Los chicos son perceptivos, observadores e inteligentes y repiten los comportamientos de sus padres”, concluye Lucas.
Hablar de dinero con los niños es fundamental. Las enseñanzas sobre este asunto deben impartirse de modo gradual, ya que perduran para toda su vida. El manejo del dinero debe formar parte de las decisiones de una familia, aunque bajo el control de los adultos. Todos los integrantes, incluso los más pequeños, deben ser conscientes del valor del dinero, y de la importancia que tiene como un medio para mejorar la calidad de vida.
La economista, Jessica Lucas, experta en finanzas personales, explica que el manejo del dinero debe enseñarse desde un punto de vista objetivo, y a partir de valores humanos. “La educación financiera forma parte de un aprendizaje integral, con valores y enseñanzas, para formar personas con criterios claros y con decisiones acertadas. El dinero debe representar un medio y no un fin en sí mismo”, señala.
El recomendable que el manejo del dinero no genere culpa en los menores, ni que se utilice para compensar la falta de tiempo o de atención. “Esto forma una visión sesgada, negativa, de escasez y de que la ausencia del adulto puede reemplazarse con bienes materiales. Por lo tanto, el niño puede asociar el dinero con una cierta carga afectiva y compensatoria”, observa Lucas.
Conductas de consumo
Celina, la madre de Nicolás, afirma que su hijo, como la mayoría de los menores de su edad, todo el tiempo pide que le compren cosas. “Es una etapa difícil en este sentido, porque recibe mucha información de la televisión, que despierta la necesidad de tener juguetes o aparatos de tecnología, por ejemplo. Mi desafío como madre es controlar eso, para que evitar que se vuelve egoísta e interesado”, reconoce la mujer.
Mas allá de los recaudos necesarios a la hora de enseñar a administrar dinero, los adultos deben revisar sus criterios relacionados con el consumo familiar. “Esto se refiere a que desde pequeños debemos aprender a dominar nuestros deseos de consumir, lo cual tiene que ver con la satisfacción obtenida de los bienes”, remarca Lucas.
Y aquí cobre importancia el concepto del ahorro. “Esta idea puede formarse si las personas trasmiten que si decido no gastar el dinero hoy, mañana obtendré una retribución mayor. Evidentemente, estas restricciones deben ser saludables, es decir no prohibitivas, ya que las necesidades básicas y ciertas retribuciones acordes a nuestros ingresos, forman parte de una vida más placentera”, agrega la especialista.
Cuando la relación con el dinero es mediante regalos, no se logra formar una idea de lo que cuesta comprarlos. Entonces, el exceso de bienes materiales, sin ninguna retribución de parte del pequeño, trae aparejado una idea de abundancia que desarrolla una comodidad desmedida, dado que sin ningún esfuerzo, igual obtiene una buena calidad de vida. “La situación de no tener que elegir porque tiene todo lo que quiere, no hace creativos a
los niños. Por lo tanto, las fortalezas necesarias para un mundo muy competitivo no se desarrollan si no hay situaciones que nos exijan resolver realidades conflictivas”, recalca la economista.
El kiosco del colegio
En el inicio de la semana escolar, Nicolás lleva al colegio $ 50. Celina, su madre, le enseñó que, en la medida de lo posible, cuide ese dinero. Así, durante la semana podrá ahorrar un poco. “Al principio se gastaba todo en un día, porque le seguía el ritmo a los compañeritos. Ahora gasta la mitad, y a veces menos. De a poco, cada día, está empezando a ahorrar”, comentó la madre.
Lo ideal es que la cantidad de dinero que un niño lleve al colegio sea acorde con la realidad financiera de la familia y con las necesidades reales del menor. Sin embargo, Lucas propone que lo recomendable es no asignarle una suma elevada. Tiene que ser (una cantidad de dinero) coherente con las necesidades propias de la edad, aunque no tan excesivas para evitar que el menor crezca sin ninguna resistencia al consumo, conducta propia de un contexto de abundancia”, sugiere la experta.
“Es recomendable que los adultos enseñen a los niños que pueden armar una lista de deseos que podrán ser alcanzados sólo por medio del ahorro y de la inversión personal como base de su conducta financiera. Estas personas, en el futuro tomarán mejores decisiones,”, agrega.
Sobre este punto, Lucas considera que no hay un plan exacto para todos los casos, porque no todas las familias tienen las mismas experiencias. No obstante, afirma que en todos los niveles sociales y económicos, los niños deben ser conscientes de que sus padres tienen ingresos monetarios limitados y de que los destinos son múltiples. “Por lo tanto, las necesidades se deben priorizar. Los chicos son perceptivos, observadores e inteligentes y repiten los comportamientos de sus padres”, concluye Lucas.
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