Especialistas aconsejan retrasar el acceso de los chicos al teléfono celular propio
En los chicos, el uso del celular ya es un viaje de ida, a edades cada vez más tempranas. Lo que se discute ahora es cómo guiarlos en ese viaje
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Juan Manuel no se imagina la vida sin celular. O sí, se la imagina, pero piensa que todo sería más complicado. “Por ejemplo, si falto a clases por que estoy enfermo, en vez de pedirle a un compañero que le saque una foto al pizarrón y me la mande por WhatsApp, me tendría que ir a su casa y sentarse a copiar la tarea. No sé... también me imagino que nadie se podría comunicar con nadie...”
Hace algunas semanas, un cronista del New York Times, Nick Bilton, tiró una bomba: ¿no nos pasará lo mismo con la telefonía celular que lo que nos pasó con el cigarrillo? En la década del 40 nadie era consciente de que fumar era un riesgo para la salud. Tuvieron que pasar varios años para descubrir que el tabaco provocaba cáncer, entre otras disfunciones. En la misma línea, todavía no hay estudios concluyentes que digan si las bajas radiaciones que emiten los teléfonos celulares (y ahora los dispositivos “vestibles”, que se llevan encima del cuerpo), son dañinos o no para la salud. El cuestionamiento genera todavía más inquietud si pensamos en los niños, que cada vez a menor edad abrazan la tecnología móvil como extensión de su cuerpo.
Pero mientras no existe acuerdo acerca de las posibles consecuencias nocivas de los celulares en la salud de los niños, los profesionales en las ciencias del aprendizaje concuerdan en que sí podría generar -y de hecho lo está haciendo- problemas en el plano conductual: falta de atención y concentración, sobreestimulación, disminución de la destreza motriz y también social, es decir, menos habilidad para comunicarse “face to face” con sus pares.
Juan Manuel tiene 11 años y hace uno y medio que le regalaron su primer celular. Él lo venía pidiendo desde los nueve, pero para su papá -no tanto para su mamá, según cuenta- era demasiado pronto. Como en la mayoría de las casas de sus compañeros de colegio, la cuestión de a qué edad iba a tener celular se definió de manera intuitiva. “En ese momento éramos 29 en el aula y había unos 10 chicos con celular. Ahora somos 26 y todos tenemos un teléfono, menos cinco o seis pero porque se les rompió”, cuenta este precoz alumno de un colegio privado que empieza a dar sus primeros pasos en programación informática. “Lo usamos para whatsappear, mandarnos música y videos... tenemos un grupo en el que estamos todos los del aula y por ahí nos pasamos la tarea. Yo, además, lo uso mucho para mirar la hora y para programación”, agrega.
Con sus 11 años, Juan Manuel se encuentra justo en el rango etáreo en el que se estabiliza la tenencia de teléfonos celulares. Según un estudio de mercado de la consultora Kantar Worldpanel, el 36% de los chicos argentinos de entre 7 y 13 años ya tienen celular. Esos datos están actualizados a marzo de este año y coinciden con otro análisis, realizado por Markwald, La Madrid y Asociados, donde se concluye que, a enero de 2014, el 30% de los niños de entre 6 y 11 años ya tienen un celular.
Según el informe que compartió con LA GACETA Mónica La Madrid, de esta última consultora latinoamericana, “la tenencia de celulares está fuertemente asociada a la edad del niño. El salto más importante se da entre los seis y siete años, en los que la posesión de teléfonos se triplica (de 6% se pasa a 18%). Pero sólo alcanza valores importantes a partir de los nueve años, cuando tenemos un tercio de los chicos con celulares propios (34%)”.
Esas son las estadísticas, un reflejo de lo que pasa. Pero esto no quiere decir que sea positivo que niños tan pequeños ya estén a bordo de la era móvil e intermediada. “No hay un manual que diga a qué edad deban tener un celular, pero yo aconsejaría que a los chicos los resguarden todo lo que puedan de este aparato que muchas veces conlleva conductas adictivas. No le daría un teléfono antes de los 11 años como mínimos”, advierte Natalia Jiménez Terán, psicopedagoga especializada en rehabilitación neuroglógica.
Según esta experta, se están observando muchas dificultades en la motricidad fina de los chicos, una falta de destreza física en la que el juego “tradicional” (no la PC, ni las consolas, etcétera) tiene un rol protagónico. “Ahora el chico es más pasivo en el juego, con la PC o la tablet. Está bueno que tengan contacto con la tecnología, que la utilicen como una herramienta de búsqueda de información, por ejemplo, pero es necesario ser conscientes de también es limitante en cuanto al desarrollo de la motricidad”, señala.
Y hay algo más. Además de opacar la destreza motriz, la tecnología también puede apagar las habilidades sociales. “El contacto real con otras personas, que entre otras cosas introduce al chico en el campo de la comunicación gestual, por ejemplo, es importante para el desarrollo psico emocional. Esto es válido tanto para los niños como los jóvenes y los adultos”, finalizó.
En cualquier caso, explican los profesionales, cabe preguntarse para qué un niño de seis años querría un celular. Podría usarlo, por ejemplo, para jugar en casa, con límites bien marcados, pero no ser dueño de un móvil. Porque una vez que sean dueños del suyo, ya no habrá vuelta a atrás. Y para eso, hay tiempo.
Hace algunas semanas, un cronista del New York Times, Nick Bilton, tiró una bomba: ¿no nos pasará lo mismo con la telefonía celular que lo que nos pasó con el cigarrillo? En la década del 40 nadie era consciente de que fumar era un riesgo para la salud. Tuvieron que pasar varios años para descubrir que el tabaco provocaba cáncer, entre otras disfunciones. En la misma línea, todavía no hay estudios concluyentes que digan si las bajas radiaciones que emiten los teléfonos celulares (y ahora los dispositivos “vestibles”, que se llevan encima del cuerpo), son dañinos o no para la salud. El cuestionamiento genera todavía más inquietud si pensamos en los niños, que cada vez a menor edad abrazan la tecnología móvil como extensión de su cuerpo.
Pero mientras no existe acuerdo acerca de las posibles consecuencias nocivas de los celulares en la salud de los niños, los profesionales en las ciencias del aprendizaje concuerdan en que sí podría generar -y de hecho lo está haciendo- problemas en el plano conductual: falta de atención y concentración, sobreestimulación, disminución de la destreza motriz y también social, es decir, menos habilidad para comunicarse “face to face” con sus pares.
Juan Manuel tiene 11 años y hace uno y medio que le regalaron su primer celular. Él lo venía pidiendo desde los nueve, pero para su papá -no tanto para su mamá, según cuenta- era demasiado pronto. Como en la mayoría de las casas de sus compañeros de colegio, la cuestión de a qué edad iba a tener celular se definió de manera intuitiva. “En ese momento éramos 29 en el aula y había unos 10 chicos con celular. Ahora somos 26 y todos tenemos un teléfono, menos cinco o seis pero porque se les rompió”, cuenta este precoz alumno de un colegio privado que empieza a dar sus primeros pasos en programación informática. “Lo usamos para whatsappear, mandarnos música y videos... tenemos un grupo en el que estamos todos los del aula y por ahí nos pasamos la tarea. Yo, además, lo uso mucho para mirar la hora y para programación”, agrega.
Con sus 11 años, Juan Manuel se encuentra justo en el rango etáreo en el que se estabiliza la tenencia de teléfonos celulares. Según un estudio de mercado de la consultora Kantar Worldpanel, el 36% de los chicos argentinos de entre 7 y 13 años ya tienen celular. Esos datos están actualizados a marzo de este año y coinciden con otro análisis, realizado por Markwald, La Madrid y Asociados, donde se concluye que, a enero de 2014, el 30% de los niños de entre 6 y 11 años ya tienen un celular.
Según el informe que compartió con LA GACETA Mónica La Madrid, de esta última consultora latinoamericana, “la tenencia de celulares está fuertemente asociada a la edad del niño. El salto más importante se da entre los seis y siete años, en los que la posesión de teléfonos se triplica (de 6% se pasa a 18%). Pero sólo alcanza valores importantes a partir de los nueve años, cuando tenemos un tercio de los chicos con celulares propios (34%)”.
Esas son las estadísticas, un reflejo de lo que pasa. Pero esto no quiere decir que sea positivo que niños tan pequeños ya estén a bordo de la era móvil e intermediada. “No hay un manual que diga a qué edad deban tener un celular, pero yo aconsejaría que a los chicos los resguarden todo lo que puedan de este aparato que muchas veces conlleva conductas adictivas. No le daría un teléfono antes de los 11 años como mínimos”, advierte Natalia Jiménez Terán, psicopedagoga especializada en rehabilitación neuroglógica.
Según esta experta, se están observando muchas dificultades en la motricidad fina de los chicos, una falta de destreza física en la que el juego “tradicional” (no la PC, ni las consolas, etcétera) tiene un rol protagónico. “Ahora el chico es más pasivo en el juego, con la PC o la tablet. Está bueno que tengan contacto con la tecnología, que la utilicen como una herramienta de búsqueda de información, por ejemplo, pero es necesario ser conscientes de también es limitante en cuanto al desarrollo de la motricidad”, señala.
Y hay algo más. Además de opacar la destreza motriz, la tecnología también puede apagar las habilidades sociales. “El contacto real con otras personas, que entre otras cosas introduce al chico en el campo de la comunicación gestual, por ejemplo, es importante para el desarrollo psico emocional. Esto es válido tanto para los niños como los jóvenes y los adultos”, finalizó.
En cualquier caso, explican los profesionales, cabe preguntarse para qué un niño de seis años querría un celular. Podría usarlo, por ejemplo, para jugar en casa, con límites bien marcados, pero no ser dueño de un móvil. Porque una vez que sean dueños del suyo, ya no habrá vuelta a atrás. Y para eso, hay tiempo.
“No creo que sea nocivo para la salud. No hay evidencia ni estudios que confirmen esas hipótesis”, asevera el neurólogo infantil Ricardo Fauze. Y si bien opina que los niños no deberían abusar del uso de los celulares, las consolas de juegos o las computadoras, en ciertos casos son herramientas de gran ayuda. “En los chicos con problemas motores, los jueguitos en el celular son un buen estímulo. Lo mismo con los niños con autismo, porque los entretiene, los enfoca, sobre todo cuando vienen con los padres al consultorio”, explicó.
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