Una mañana fría de 1885 un sacerdote, Primo Arrieta, se
disponía a ordenar una de las capillas del curato de Macha, y grande fue
su sorpresa, cuando encontró detrás de un cuadro de Santa Teresa dos
banderas. Una se reconoce como la bandera actual Argentina,
azul-blanca-azul, la otra, mejor resguardada por un paño de seda rojo,
portaba los colores blanco-azul-blanco, con rastros de sangre y pólvora.
¿Pero cómo llegaron estas dos banderas con los colores argentinos a la
capilla de Titiri, situada en los andes bolivianos a 4300 metros sobre
el nivel del mar, cercana al Charayvaltu de Ayoma? Este es un
misterio que descifraremos a través de la pluma del Ing. Yayo Pérez
Torres, en su investigación sobre las reliquias de la independencia.
El autor del libro ha hecho un seguimiento minucioso de la travesía de
la Bandera de Macha y brinda con rigor y seriedad sus conclusiones, pero
también es un trabajo realizado con un profundo amor por su patria. “A
lo largo de estos años inicié una investigación, recopilé datos, viajé a
los distintos lugares que pudieran proveerme de información, conversé
con varios pobladores altoperuanos e intenté rastrear, como decimos los
criollos, las huellas de esta bandera”, manifestó el Ing. Pérez.
Escribe Pérez Torres en su libro “Bandera de Macha - La bandera de Belgrano” que
a orillas del río Paraná, el General Belgrano construyó las baterías
Libertad e Independencia. En su inauguración, los soldados vistieron
escarapelas de color blanco y azul celeste, hecho que previamente había
autorizado el Triunvirato. Ante la emoción de estar presenciando lo que
para él sería el inicio de la independencia de las Provincias Unidas del
Río de la Plata, hizo enarbolar una insignia creada por él, con los
colores de la escarapela. Pérez Torres sostiene que la bandera nacida
aquel 27 de febrero de 1812 es distinta a la que hoy conocemos, la de
Belgrano sería blanca a los lados y azul en el centro. Esto se debe a
una serie de eventos que se sucedieron a partir de aquel 27 de febrero.
En el segundo aniversario del 25 de mayo, Belgrano la hace bendecir en
Jujuy, y hace jurar al ejército lealtad a la insignia patria. Nuevamente
comunica de este hecho al Triunvirato, por lo que se le acusa de
desobediencia, y le advierten que esa sería la última vez que no acatara
las órdenes de las autoridades. Consternado, Belgrano notificó de la
falla en la comunicación, y anunció que se desharía de la bandera,
procurando que nadie la recuerde cuando adopten una insignia propia.
Pasaron ocho meses hasta que la bandera vuelve a enarbolarse, y esto
sucede después de la batalla de Tucumán. Por lo tanto, el 13 de febrero
de 1813, la insignia blanca, azul y blanca ondeaba a orillas del río
Pasaje (a raíz de ese hecho se llamaría Juramento), al mismo tiempo que
las voces de 3200 hombres juraban fidelidad a la Asamblea del año XIII,
autoridad designada por el Segundo Triunvirato. A partir de ese momento,
la Bandera Nacional no dejó de flamear en el Ejército del Norte.
La batalla de Salta, librada el 20 de febrero de aquel año, fue el
bautismo de combate de la insignia patria, y como lo había profetizado
Belgrano, se enarboló el día de una gran victoria. Belgrano regresa a
Jujuy, y para la conmemoración del 25 de mayo, manda a pintar en un paño
blanco el escudo de la Asamblea del Año XIII. Esta bandera es bendecida
y entregada al Cabildo de Jujuy, ahora conocida como Bandera Nacional
de la Libertad Civil. Belgrano tenía conocimientos de que la Asamblea
había dispuesto otra bandera de tres franjas, parecida a la suya pero no
idéntica, por lo que la bandera que llevaba el ejército es presentada
el 24 de mayo, para no contrariar a la Asamblea.
Más adelante, Belgrano pide a la Asamblea que le enviaran otro pendón
distinto al español, que la representara. Pérez Torres considera que al
contestar esta petición, el 9 de julio se envía al Gral. la bandera que
hoy todos conocemos.
Los sucesivos pasos de la bandera no fueron tan afortunados, pues
las siguientes batallas que preside son las de Vilcapugio y Ayohuma.
Ante estas derrotas, el General encomienda la tarea de esconder las
banderas al coronel Zelaya para que no cayeran en manos enemigas.
Zelaya, con la última caballería se dirige al pueblo de Titiri, partido
de Macha, donde se encontró con el cura párroco de Macha, Aranívar, para
pedirle que ocultara las banderas. Las reliquias de la independencia
quedaron escondidas por más de 70 años, hasta que un día, un cura de
Macha decidió ordenar y limpiar algunas de las capillas, entre ellas la
de Titiri. Detrás del cuadro de Santa Teresa, el párroco Primo Arrieta
halló ocultas dos banderas de seda, una de ellas ensangrentada. Esto le
llamó la atención y consultó con los capilleros, que pertenecían a las
comunidades originarias y eran muy ancianos. Estos le dijeron que “en
nuestra infancia supimos que tuvo lugar una batalla en Charayvaltu [un
lugar próximo a Ayohuma], entonces era tiempo del rey, en la cual tuvo
mucha intervención nuestro cura. Los amigos del cura perdieron y
persiguieron a éste, que pasó desde entonces sus días entre nosotros sin
llegar sino incógnito alguna vez al pueblo de Macha. Este fue quien
trajo esas banderas y las colocó en el lugar en que las vemos, desde
entonces nadie las ha tocado.”
Desde ese entonces, se conoce a la bandera blanca, azul y blanca como
Bandera de Macha, y a la bandera azul, blanca y azul como Bandera de
Ayohuma, actual bandera nacional argentina. Luego de este hallazgo, la
Argentina solicitó la devolución de las banderas, alegando que eran
insignias pertenecientes a la historia de los argentinos. El gobierno
boliviano entregó la Bandera de Ayohuma, pero conservó la de Macha, pues
consideraban que dicho objeto simbolizaba los esfuerzos comunes de
ambos pueblos a favor de la causa americana. La Bandera de Macha, creada
por Belgrano, se conserva en el Museo Histórico de Sucre, Bolivia,
mientras que la Bandera de Ayohuma es custodiada por el Museo Histórico
Nacional Argentino, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
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