En el geriátrico, abuelos y niños de jardín compartieron historias, música y baile































Hace 14 Hs 2 26
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EN LA RESIDENCIA LA CASA. Las chiquitas de jardín de infantes de la Escuela San Martín se sentaron en el piso rodeadas de los residentes. la gaceta / foto de héctor peralta
Una mujer estaba sentada en un extremo del salón. En las paredes había globos de colores, guirnaldas, enormes flores de papel brillante, y mucho cotillón como si fuese una fiesta de cumpleaños. Dentro del amplio salón se ubicaron los abuelos (la mayoría mujeres) y en el medio los chicos del jardín de infantes (todas mujeres).
Silvia Leiva tiene 66 años. Desde 2014 es residente de La Casa, un geriátrico ubicado en Laprida al 300. Ella era la abuela que estaba sentada en un extremo y que tomó un libro entre sus manos en medio de un silencio absoluto. Y comenzó a leer un cuento sobre un ratón y un gato, llamado Maquiavelo; un felino muy malo, del que todos huían despavoridos cuando lo veían llegar. Las niñas escuchaban atentas, cada una sentada sobre una pequeña alfombra colorida. Con la debida entonación y el énfasis para un cuento infantil, doña Silvia leyó hasta el final, bajo la atenta mirada de las chicas. “La humildad es más inteligente que el orgullo”, dijo al final del cuento y las chicas reaccionaron con un aplauso extendido.
Betiana, una de las maestras, se paró al frente de todos y les habló a las chicas. “El cuento dice que no tenemos que ser presumidos”, remarcó. La docente pasó página por página el libro interrogando a las niñas sobre los diferentes personajes que narraba la historia. De paso presentó a los demás profesores que la acompañaban. “Isabel es la maestra de Jardín de Infantes -dijo Betiana-; Javier es profesor de Educación Física y Mariela es profesora de plástica”.
Los 38 residentes de La Casa seguían con atención cada una de las actividades programadas en un encuentro especial llamado “Tendiendo Puentes”. La idea fue impulsada por Marieta Martínez, psicóloga social, que buscó unir a la tercera edad con los pequeños bajitos.
Aída Soria es enfermera y asistente de los residentes de La Casa desde hace ocho años. “Nosotros hacemos contención de los abuelos, porque a veces pasamos más horas con ellos que con nuestra propia familia”, dijo la mujer mientras preparaba un obsequio que iban a entregar al final a las niñas del jardín de infantes.
Después del cuento del gato Maquiavelo, Aldo, un cantante que suele trabajar en las peatonales, subió el volumen de su equipo y empezó el show musical. Las maestras pidieron a las alumnas que siguieran el ritmo con la mímica y los brazos. Lo mismo que las abuelas, cada una, en su propia silla.
Las olas y el viento
y el frío del mar,
el frío de tu alma
me hace tiritar...
sonaba la canción en la sala, mientras las chicas movían las manos dibujando olas en el aire. Los abuelos también aplaudían al ritmo de la música. Después siguió otra canción que hizo aplaudir con más ganas todavía a las chicas del jardín de infantes.
Hola don pepito,
Hola don José,
Pasó usted por mi casa?
Por su casa yo pasé.
Vio usted a mi abuela?
A su abuela no la vi...
La famosa canción de Gaby, Fofó y Miliki se oyó hasta el final, mientras los abuelos aplaudían con mayor entusiasmo. Se acercaba el final de la reunión y la maestra Betiana pidió a las niñas que levantaran cada una su alfombra para entregarla al profesor de Educación Física. “Vamos a bailar la última canción y nos retiramos -explicó Betiana-, porque aquí todas las personas deben prepararse para seguir con sus actividades”.
Aldo subió otra vez el volumen y sonó la música como en un baile de carnaval.
-Movete, chiquita, movete,
(sacate) sacate esa timidez
estoy hecho un demonio,
nadie me para esta vez...
Las niñas saltaban y bailaban en el medio del salón. Los abuelos aplaudían y parecía que la fiesta no iba a terminar nunca. Pero llegó el final. Betiana, la maestra, les pidió a las niñas que formaran una fila para recibir el obsequio de La Casa. Una bolsita con turrones, alfajores y otras golosinas le fue entregada a cada una de las niñas. “Ojalá que el próximo encuentro sea en nuestra escuela”, insistió Betiana en referencia a la escuela San Martín, ubicada justo al frente de La Casa. “Estos encuentros son generadores de salud y alegría”, aseguró Marieta Martínez, la impulsora del ciclo. El segundo encuentro está previsto para este jueves a las 16.
“Esta relación intergeneracional entre niños y abuelos es casi mágica -agregó Martínez-; es impresionante el beneficio que deja para ambos lados. Es un beneficio mutuo desde lo afectivo, lo terapéutico y queremos que se empiece a multiplicar, porque esto se hace en otras partes del mundo”, remarcó.

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