Para este docente formoseño, la netbook fue su oportunidad para crecer en su profesión ... Ana Paula Guzmán

Para este docente formoseño, la netbook fue su oportunidad para crecer en su profesión
En la escuela 20 de Villa Escolar, en Formosa, un profesor de Historia venció cierta reticencia inicial a la llegada de las netbooks, empezó a viajar a la capital de la provincia para capacitarse y terminó descubriendo nuevas formas de enriquecer sus clases y de vincularse con sus alumnos.  
El siguiente texto forma parte del segundo estudio evaluativo sobre el Programa Conectar Igualdad, “Cambios y continuidades en la escuela secundaria: la universidad pública conectando miradas”, realizado por 15 universidades nacionales.
Carlos es profesor de historia en el pequeño y tranquilo pueblo de Villa Escolar, un lugar de casitas bajas, con ríos y montes vírgenes, donde el sonido de la naturaleza se impone con más fuerza que el ruido de lo producido por la intervención del hombre. Allí todos se conocen y se saludan, y recién ahora empieza a haber bullicio de ciudad, porque hace poco asfaltaron la calle principal y comenzaron a circular más autos y motos. Muy pocos acontecimientos sacan a la Villa de la monotonía y, por lo general, surgen de la escuela. Esta tiene un rol central y constantemente se hace presente en la cotidianidad de los pobladores porque es una de las pocas instituciones representativas del Estado, en donde se desarrollan desde los actos y las fiestas patrias, hasta los bailes y las reuniones populares. En la vida de Carlos también fue determinante, porque además de pasar por allí como alumno y conocer a gran parte de los que hoy son sus amigos y su familia, regresó para trabajar como docente. 
Hasta hace poco, su rutina transcurría tranquila. Dictaba su materia, iba a pescar y compartía tardes de tereré. Sin embargo, la escuela una vez más sacudiría al pueblo y lo sacudiría a él: en pocos días, iban a llegar las netbooks del Programa Conectar Igualdad. A la felicidad de los chicos, que no salían de su asombro al enterarse de que recibirían una computadora -que para la mayoría era la primera—, se sumó un sentimiento raro, una especie de temor al desafío, a tener que salir de la estructura diaria y no estar a la altura de las circunstancias. A muchos de los más grandes les pasó lo mismo. La noticia los tomó por sorpresa y varios se mostraron reticentes a la buena nueva y prefirieron mantenerse a un costado. Carlos, sin embargo, sabía que era una oportunidad para seguir creciendo y decidió encontrarle la vuelta. Comenzó a viajar a Formosa capital, para capacitarse en programas como el Cmap y el Audacity, empezó a asistir a las reuniones con el referente informático, y a investigar y a compartir información con su esposa, que también es docente de la institución. En este nuevo andar, los chicos fueron importantes. No solo porque le enseñaron a usar algunos programas sino, sobre todo, porque encontró en ellos una demanda que lo alienta a exigirse. Así, empezó a modificar sus modos de hacer, sus estrategias, sus clases y mediante la utilización de los recursos disponibles en la net descubrió nuevas formas de enriquecer los trabajos y de vincularse con los alumnos. 
Aprovechando el servidor, apeló al trabajo colaborativo y comenzó a compartir con los chicos los materiales que él mismo produce o que baja de Internet. Esto le permitió establecer una relación dialógica que resignificó la estructura educador-educando al hacer circular saberes propios en un aprendizaje mutuo. También debió desempolvar su creatividad y empezó a experimentar junto con sus alumnos para encontrar nuevas potencialidades en la net. Entre otras cosas, hicieron videos para representar las temáticas tratadas en las clases o mostrar la historia en imágenes, algo que contribuyó a hacer la materia más atractiva para sus alumnos. El pueblo sigue siendo el mismo de siempre, con sus monos trepados en los árboles de la plaza, sus almacenes, sus atardeceres de silla en la puerta de casa, las charlas de vecinos, los paseos por la orilla del río y el infaltable chipá. El que cambió fue Carlos, porque pudo superar su miedo, sus estructuras y descubrió mundos nuevos en personas, haceres, prácticas e ideas que hoy hacen que su lugar lo siga sorprendiendo. 

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