María y su hogar con techo de paja

Enseñando religión aprendió el valor del diálogo. María Mayoral techa su casa cada 18 meses y despide cada día con un paseo a caballo.

JÓVENES Y JUNTOS. Otto Paz y María Mayoral con ropa de campo y cerros.  |  Ampliar  (1 de 2 fotos)
Esmero. Por la mañana recibe la leche de vaca recién salida del tambo de la estancia El Churqui, que queda a metros de su casa. Gracias al fuego, al azúcar y a la paciencia de María Mayoral, esa materia prima se transformará, según dicen, en el dulce de leche más rico del pueblo. Con la misma dedicación con la que trabaja en la cocina antes trabajó en el aula. Porque María fue durante largo tiempo la primera y única maestra de Religión del valle, área que incluye Tafí, Amaicha, Santa María y El Mollar.

Diálogo. La tafinista no sólo hablaba a los chicos de la Escuela N°28 sobre Cristo y los sacramentos. Sus clases también eran ocasiones para compartir aventuras en las montañas y describir los cerros que había atravesado a caballo junto con su marido Otto Paz. Entonces era común que la conversación virase hacia los ríos que había cruzado en otras planicies y los puestos que la habían recibido con las manos abiertas (como Carapunco, Sillanco y Rodeíto). Los niños aprovechaban esos momentos para comentar sus experiencias: María todavía recuerda esa vez que, asombrados, los escuchó hablar sobre los helicópteros que sobrevolaban la villa (en dirección a la base de Minera Alumbrera). Esos intercambios improvisados en clase eran para ella auténticas excursiones al pasado que le permitían recordar la primera vez que se había subido a un caballo y las cabalgatas en Santiago del Estero, entre otras memorias. “Me encantaba cómo esos chicos, llanos y simples, amaban su lugar. Ese era nuestro tema de conversación. Cuando me jubilé, me hicieron una despedida hermosa”, dice la ex maestra con nostalgia.

Dulce. Así huele por las tardes su pequeño hogar de techo de paja. María informa que este año renovaron la cubierta (lo hacen cada 18 meses) y no es nada fácil. Desde los cerros y a lomo de caballo, bajan la paja amarilla que no ha sido tocada por ningún animal. A la vivienda llega en tractor, casi impoluta. Aunque el cuidado del techo es todo un asunto, los Paz Mayoral se resisten a abandonar una tradición que los distingue. Con el café aparecen las instantáneas de una época que ha desaparecido, con sus puestos-oasis que rompían el aislamiento y la desconexión. Por supuesto, en ese lugar no había WiFi, y la atracción número uno eran los caballos y los senderos “de altura”. En ese Tafí se encontraron un día con César Milstein, el premio Nobel de Medicina fallecido en 2002. María, sin embargo, dice que no mira mucho para atrás y siempre piensa en positivo: “mi Tafí ideal es el que vivo en el presente, con mi casa que se conserva tal cual es: eso y tener salud”. Antes de que anochezca, María y Otto montan a “La Elegida” y a “El Taita” para dar el último paseo de la jornada y uno de los tantos de la semana.

Un plan para mañana Leña. Por la noche quizás Otto cocine sus famosas falditas para los amigos en la parrilla del hogar, que está en el corazón del living. María servirá el postre, que ya tiene listo desde la mañana. Durante el verano, las visitas son más frecuentes; el invierno es otro cantar. Pero casi nunca están solos: los sobrinos y los sobrinos-nietos siempre se dan una vuelta. “A Otto lo conocí cuando tenía 14 años, en Yerba Buena. Fue mi primer y único amor. Luego de varios años de casados, hicimos nuestra casa en Tafí del Valle (la inauguraron en 1979) y, tiempo después (en 1986), nos quedamos a vivir. Decidimos no tener hijos y eso determinó que la casa conservara el formato original”, cuenta María mientras recorre los rincones y enseña fotografías. Es tiempo de dormir. Es temprano, pero al alba los esperan los cerros. Mañana parten a las cumbres de El Matadero.

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