DIA DE LAS ALMAS... PAULA NIEVA

El Día de Todos los Santos y el de los Fieles Difuntos son dos fechas muy significativos para los creyentes de la región andina que asimilaron también las prácticas españolas. La llegada de los conquistadores por estas tierras abrió dos caminos: la continuidad de las tradiciones indígenas y la nueva herencia del mundo del catolicismo, que en Jujuy se vive sin contradicciones.
En lo que va de la semana comenzaron los preparativos de lo que ya es un festejo tradicional que incluye comidas regionales, bebidas, ornamentos florales, ofrendas elaboradas con masa de pan, que serán colocados en altares familiares para honrar a los muertos.
El 1 y 2 de noviembre los cementerios de San Salvador de Jujuy estarán de 7,30 a 20 horas, para que los deudos puedan visitar las tumbas de sus seres queridos y luego celebrar por ellos. En el Día de Todos los Santos se prepara el altar familiar en una mesa donde se colocan las comidas que le gustaban al difunto o
difunta: picantes de pollo, lengua, mondongo, asado de cabra, cordero, papa y todo el repertorio gastronómico que lo hizo feliz en su paso por este mundo.
Lo más significativo de la ornamentación de la mesa son las figuras elaboradas con masa de pan en forma de escalera, que le permiten al difunto subir al cielo; en forma de paloma como símbolo de paz o de roscas, que simbolizan el círculo de la vida.
También suelen encontrarse ángeles, cadenas, casitas, todo elaborado para satisfacer al difunto, porque se supone que la oche del 1 al 2 de noviembre, el alma retorna a la tierra para compartir con sus seres queridos y reiniciar el largo viaje, satisfecho del reencuentro. Toda esta tarea tiene responsables -los padrinos de ceremonia- quienes se distribuyen los gastos de la fiesta y son los que ordenan los rezos en la primera jornada y gran parte de la noche.
El Día de los Difuntos, la familia y los amigos suelen concurrir a los cementerios a rezar por sus muertos, para luego retornar a los hogares donde se levantaron los altares y comenzar la fiesta en honor a los recordados, acto que se conoce como la “ofrendeada”.
Se come en un lugar y en otro, pero también se baila y se cantan las coplas o temas que les gustaban al difunto, lo que genera así una larga cadena de recuerdos en el eterno viaje de la memoria en búsqueda de los seres queridos, para concluir el festejo llevándose las ofrendas que quedaron.

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